En primer lugar
queremos hacer referencia a que en el texto de Echeita viene una definición
dada por Barton, la cual dice:
“Inclusión es un proceso. La
educación inclusiva no es algo que tenga que ver meramente con facilitar el
acceso a las escuelas ordinarias a los alumnos que han sido previamente
excluidos. No es algo que tenga que ver con terminar con un inaceptable sistema
de segregación y con lanzar a todo ese alumnado hacía un sistema ordinario que
no ha cambiado. El sistema escolar que conocemos -en términos de factores
físicos, aspectos curriculares, expectativas y estilos del profesorado, roles
directivos- tendrá que cambiar. Y ello porque educación inclusiva es
participación de todos los niños y jóvenes y remover, para conseguirlo, todas
las prácticas excluyentes”. (Barton,
1998: 85)
A
partir de esta explicación y otras vistas en el texto nos ha quedado claro que
inclusión es todo aquello contrario a exclusión. Pero la mayor parte del
tiempo, cuando escuchamos el término “inclusión”, nos viene a la mente personas
discapacitadas que por sus limitadas capacidades se encuentran fuera de la “normalidad”
en términos sociales. Pero, ¿acaso son solo estas personas las que excluye la
sociedad?, ¿qué ocurre con las minorías gitanas?, ¿y los desfavorecidos?, por no
hablar de los extranjeros cuya lengua materna es diferente a la del grupo de
referencia. Es obvio que son grupos que son excluidos por la sociedad y en
cuales se hace más incidencia en incluir. Sin embargo, ¿qué pasa con las
personas que a primera vista son iguales que los demás pero no son aceptados
por las minorías sociales?, ¿no somos todos distintos?
¿Y
para nosotras, qué consideramos inclusión?, la mera aceptación y respeto de las
diferencias, la destrucción de esas barreras sociales que nos ponen en
situación de desigualdad, una forma de vida y pensamiento que sitúe a todos los
individuos a un mismo nivel, pero teniendo en cuenta sus características. No
por el hecho de ser diferentes unos son mejores que otros y merezcan más
oportunidades. Ahora bien, hay muchas cosas a tener en cuenta para llegar a una
sociedad inclusiva, partiendo de un ámbito educativo, en el cual se forma a las
personas, se puede iniciar un camino directo a la inclusión.
Anteriormente
hemos dicho que es una forma de vida y de mentalidad, por tanto se debe
producir un cambio de perspectiva. Para ello es necesario tener iniciativa, que
las minorías a favor de la inclusión lleven a cabo una formación progresiva y
continua en el ámbito social, cultural y educativo. Es decir, hacer llegar a
los demás la importancia del cambio a través de la cooperación, del feedback de
información e ideas que promulguen la aceptación de todos los individuos que
forman la sociedad. Políticamente hablando esto es complicado, ya que las leyes
sociales y educativas no permiten o restringen la libertad para tomar partido en
la formación del alumnado. Obviamente que existe el aprendizaje cooperativo, se
promulga y se intenta, pero si los propios docentes no están concienciados o
formados en este ámbito no se obtienen los resultados necesarios.
A
lo largo de los años, se ha comprobado que el currículum escolar es único, no
varía, y por tanto es el alumnado quien se ajusta a lo que le exigen. Pero, ¿y
si no puede?, el profesorado ha evolucionado hacia un cambio más inclusivo en
el aula, sin embargo se encuentra con barreras que limitan una educación igualitaria.
Profesores y padres han comprobado que se necesita una alianza para que haya un
clima escolar positivo e igualitario. Al igual que los edificios, todo se
empieza desde abajo, si desde la más tierna infancia enseñamos un respeto y un
valor de igualdad de oportunidades las cosas podrían empezar a cambiar con el
tiempo.
Esta
situación es como una balanza, inclusión y exclusión van cogidas de la mano,
tirando una de otra y por tanto no podemos quedarnos en una situación estática,
hay que compensar una con otra. Por ello, si avanzamos hacía la inclusión nos
alejamos de la exclusión. Efectivamente no hay un sistema que de pautas
concretas sobre cómo llegar al final del camino, la inclusión nace de las
ideas, la moralidad, la iniciativa, los valores, la ética y la formación de
cada individuo, de ahí la necesidad de una concienciación de la gran masa.
Como
cita el texto que fundó la UNESCO: “Puesto
que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres
donde deben erigirse los baluartes de la paz”.