jueves, 25 de febrero de 2016

¿Por qué hablamos de Educación Inclusiva?




En primer lugar queremos hacer referencia a que en el texto de Echeita viene una definición dada por Barton, la cual dice:
“Inclusión es un proceso. La educación inclusiva no es algo que tenga que ver meramente con facilitar el acceso a las escuelas ordinarias a los alumnos que han sido previamente excluidos. No es algo que tenga que ver con terminar con un inaceptable sistema de segregación y con lanzar a todo ese alumnado hacía un sistema ordinario que no ha cambiado. El sistema escolar que conocemos -en términos de factores físicos, aspectos curriculares, expectativas y estilos del profesorado, roles directivos- tendrá que cambiar. Y ello porque educación inclusiva es participación de todos los niños y jóvenes y remover, para conseguirlo, todas las prácticas excluyentes”. (Barton, 1998: 85)
A partir de esta explicación y otras vistas en el texto nos ha quedado claro que inclusión es todo aquello contrario a exclusión. Pero la mayor parte del tiempo, cuando escuchamos el término “inclusión”, nos viene a la mente personas discapacitadas que por sus limitadas capacidades se encuentran fuera de la “normalidad” en términos sociales. Pero, ¿acaso son solo estas personas las que excluye la sociedad?, ¿qué ocurre con las minorías gitanas?, ¿y los desfavorecidos?, por no hablar de los extranjeros cuya lengua materna es diferente a la del grupo de referencia. Es obvio que son grupos que son excluidos por la sociedad y en cuales se hace más incidencia en incluir. Sin embargo, ¿qué pasa con las personas que a primera vista son iguales que los demás pero no son aceptados por las minorías sociales?, ¿no somos todos distintos?
¿Y para nosotras, qué consideramos inclusión?, la mera aceptación y respeto de las diferencias, la destrucción de esas barreras sociales que nos ponen en situación de desigualdad, una forma de vida y pensamiento que sitúe a todos los individuos a un mismo nivel, pero teniendo en cuenta sus características. No por el hecho de ser diferentes unos son mejores que otros y merezcan más oportunidades. Ahora bien, hay muchas cosas a tener en cuenta para llegar a una sociedad inclusiva, partiendo de un ámbito educativo, en el cual se forma a las personas, se puede iniciar un camino directo a la inclusión.
Anteriormente hemos dicho que es una forma de vida y de mentalidad, por tanto se debe producir un cambio de perspectiva. Para ello es necesario tener iniciativa, que las minorías a favor de la inclusión lleven a cabo una formación progresiva y continua en el ámbito social, cultural y educativo. Es decir, hacer llegar a los demás la importancia del cambio a través de la cooperación, del feedback de información e ideas que promulguen la aceptación de todos los individuos que forman la sociedad. Políticamente hablando esto es complicado, ya que las leyes sociales y educativas no permiten o restringen la libertad para tomar partido en la formación del alumnado. Obviamente que existe el aprendizaje cooperativo, se promulga y se intenta, pero si los propios docentes no están concienciados o formados en este ámbito no se obtienen los resultados necesarios.
A lo largo de los años, se ha comprobado que el currículum escolar es único, no varía, y por tanto es el alumnado quien se ajusta a lo que le exigen. Pero, ¿y si no puede?, el profesorado ha evolucionado hacia un cambio más inclusivo en el aula, sin embargo se encuentra con barreras que limitan una educación igualitaria. Profesores y padres han comprobado que se necesita una alianza para que haya un clima escolar positivo e igualitario. Al igual que los edificios, todo se empieza desde abajo, si desde la más tierna infancia enseñamos un respeto y un valor de igualdad de oportunidades las cosas podrían empezar a cambiar con el tiempo.
Esta situación es como una balanza, inclusión y exclusión van cogidas de la mano, tirando una de otra y por tanto no podemos quedarnos en una situación estática, hay que compensar una con otra. Por ello, si avanzamos hacía la inclusión nos alejamos de la exclusión. Efectivamente no hay un sistema que de pautas concretas sobre cómo llegar al final del camino, la inclusión nace de las ideas, la moralidad, la iniciativa, los valores, la ética y la formación de cada individuo, de ahí la necesidad de una concienciación de la gran masa.

Como cita el texto que fundó la UNESCO: “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.